miércoles, 8 de diciembre de 2010

Todo comienza porque tiene que comenzar

1er capítulo
La muerte de un Ángel


Ángel sabía que iba a morir. No era un presentimiento. Más bien era una obviedad ya que diez médicos no podían estar equivocados (aunque siempre haya uno que recomiende tomar chicles con azúcar). Ángel decidió hablar con su mujer Candela y contárselo todo. Candela era una mujer fuerte (siete veces más fuerte que él), y veloz y siempre estaba de buen humor. Candela había sido domadora de leones pero lo dejó para ser controladora aérea. Ahora estaba jubilada.

Ángel le confesó a Candela su enfermedad. Candela no se había dado cuenta de la enfermedad de su marido pues este no presentaba ningún síntoma físico. Además, era una mujer mucho más preocupada en la seguridad aérea de los aviones que pasaban por encima de su casa (y eran bastantes) que de la felicidad de los pasajeros que vivían en su casa o que habían vivido en ella.

Candela aceptó la enfemedad de forma natural, como una etapa más de la vida del ser humano. Le preguntó a Ángel que qué quería hacer antes de morir. Este le respondió que lo único que tenía planeado era hacer una cena con sus hijos y sus nietos para despedirse de ellos aunque le pidió a Candela que no les dijera nada acerca de su enfermedad para que no se sintieran obligados a asistir.

Dicho esto decidió acostarse. Seguiría pensando más cosas que hacer antes de morir otro día. Hoy estaba cansado pues le había estado haciendo pruebas desde las 7:14 hasta las 18:52. Sí, la vida del relojero es muy exacta y por eso todos los relojeros mueren exactamente cuando les llega su momento. (Ángel es relojero, por si ese dato es importante para la historia).

Candela decidió quedarse despierta. Hasta la 1 de la madrugada pasaban aviones por encima de su casa... y la necesitaban.